23 de diciembre de 2009

Vacío

¿Qué escribir?

Menudo desafío terminó siendo.

Tenía pensado el desarrollo de algunas historias del tipo pero de pronto me olvidé de todas. O mejor dicho, no supe comenzar con ninguna.

Ni qué hablar de la idea de ambientar historias en mi época de adolescente con mi colegio como escenario. Todo quedó vacío.

Como ese tren que parte último de la terminal, a sabiendas de que lo consideran retraso del día pero en realidad es el adelanto de mañana.

Y con esa misma dicotomía, tal vez.

Con ganas de escribir pero con ausencia de letras y de palabras.

Sintiendo ganas de decir infinitas cosas; pero definitivamente obligado a no hacerlo. No por reprimir esas ganas. Eso es lo peor.

Miro a través del parabrisas mojado y encuentro a mi hija menor jugando su amado hockey bajo la lluvia porque a pesar del cielo endemoniadamente gris ella quiere elevar la apuesta de su pasión un poco más allá.

Y la red móvil que se niega hacerse cómplice de mi vacío y no entrega ni una sola página de Internet ni una conexión de chat como para encontrar una excusa que justifique esta falta de inspiración.

Como si este calvario fuera poca cosa Sabina entrega sus gloriosos fracasos amorosos por los parlantes y amplifica, ya no su música, sino más bien este momentáneo vacío que acompaña a esta vaya a saber si pasajera sensación de soledad.

El cielo se revela celeste y estas ristes almas que vagan alrededor absorben el color de la tormenta sin su ánimo ni su rebeldía.

En fin, parece que no estaba tan vacío después de todo.

¿Será entonces una premonición de que los otros tan que me invaden no son tan tan?

14 de diciembre de 2009

Me cambiaron el humor

Definitivamente la web da para todo.

Y en ese todo vengo a descubrir unos personajes maravillosos que trajeron aire fresco a unos días de atmósfera agobiante y desilusiones varias. Desilusiones de esas que te fortalecen muchísimo más de lo que quisieran los desilusionadores de turno.

Gracias Eric, Belu, Figo, Paula y todos aquellos que se han sumado a este hato de locos adorables.

Locos adorables que vaya a saber si perseguían un fin noble, o, como dijo el Licenciado, sólo buscaron una excusa para hacer chanchadas.

No juntaron cien mil firmas, pero la venían pasando bomba en el Facebook. Perdón por ser cortamambos, pero si les parece me retiro por un tiempo más extenso... Todo sea por el bienestar de mis amigos!!!!

Besos y abrazos a mansalva.

Natxus has just come back (o como merda se escriba)

PD: El sueño me hizo injusto con el canalla Ariel. Ahora sí se completó el círculo de locos lindos que vale la pena tener cerca. (Hay más, pero a estos los vengo arrastrando casi de mis ppios...)

4 de diciembre de 2009

Primer desencuentro

Volviendo a recorrer la web en busca de lecturas no tradicionales [las tradicionales, léase: libros, me las reservo para las vacaciones] encontré un blog de esos que rescatan elementos de décadas anteriores, que no solo tocó fibras íntimas desde el nombre sino que trajo a mi memoria la marca de remeras que generó el primer desencuentro adolescente que recuerdo haber tenido con mi padre.

A mis trece años ya había aprendido hacía unos meses a manejarme con la combinación tren-subte que desde el sureño suburbio de Banfield me depositaba en el centro capitalino; cuestión que debía agradecer a mi género masculino y a las tranquilidades que sin dudas tenía un padre por aquel año 1978 de que su hijo utilizara los medios de transporte público sin tener que pensar que estaba en riesgo de que lo "apretaran" para sacarle el celular o un par de buenas zapatillas.

Así las cosas, recorriendo la calle Florida con mi amigo Freddy terminamos en la Galería Jardín que por aquellos años desinformatizados todavía era un compendio de casas de ropa donde las remeras innovadoras a partir de sus colores y estampados eran dueñas y señoras de la mayoría de las vidrieras. Las rayas horizontales anchas de colores variados y los estampados al centro y al frente hacían furor.

Era todo un hito para mí animarme a una de esas remeras. Yo venía de terminar una escuela primaria en la que a partir de mi altura y estructura ósea permeables a sumar algunos kilos de más a los recomendables era el "gordito" que debía todavía elevar su autoestima y asumir que en su vida el talle XL sería lo estándar, no tanto por atribuciones propias como por perversas costumbres de los fabricantes de ropa que aún hoy perduran potenciadas hasta el paroxismo. Aunque en ese momento, si la confección era lo suficientemente amplia, podía usar la máxima medida que tenían disponible que era un L.

Y fue en un local con remeras Sun Surf, con estampas de olas de mar y surfistas obviamente, donde encontré el ideal que podía permitirme: una remera con un color hoy denominado pastel [color que con el tiempo aprendería que estaba ubicado entre el salmón y el naranja pero seguiría sin poder determinar el nombre correcto] con el estampado de un surfista con cara de pánico al observar que en su caída de la ola se dirigía directamente hacia una roca, grande en la espalda y una réplica del mismo en la delantera pero de menores dimensiones ubicado a la izquierda del pecho donde tradicionalmente se ven los logos de las marcas.

Pero claro, la libertad de la excursión y la compañia de mi amigo un tanto más deshinibido, me hizo prestar atención en otra remera, blanca ella, con una frase en ingles en letras azules y rojas que rezaba: "I am an alcoholic. In case of emergency buy me a beer". O sea, lo suficientemente divertida y mimetizada en inglés como para que me decidiera a comprarla también.

Cuando llegué a casa y le mostré a mi madre mis preciadas adquisiciones debería haberme dado cuenta que su expresión al ver la remera blanca no era buen presagio ya que fiel a su cultura tácita del "ya verás cuando venga tu padre" no dijo nada.

No estoy ahorrando detalles diciendo que cuando a la noche llegó mi viejo y la vio solo dijo:

- Ni se te ocurra ponerte esa remera. ¿Te das cuenta de lo que implica?

No sé si me di cuenta de algo o si el tono en que lo dijo fue lo suficientemente convincente como para que volara directo a la baulera del placard y se perdiera el tiempo suficiente como para que pasara de moda y mi cuerpo se siguiera desarrollando e impidiera que pudiera lucirla de una manera más o menos digna.

30 de noviembre de 2009

Hoy he decidido morirme.

Valga la aclaración, para todo aquel desprevenido que lea estas palabras, que no se trata de una epístola suicida ni nada parecido.

Es tan sólo eso, comunicar la decisión que tomé.

Decidí morir para instantáneamente declararme como concebido en un útero dónde mi casa serán las paredes y mis hijos la placenta y el cordón umbilical.

Y ruego, pido, suplico a aquel que me odia, escarbe en lo más recóndito de su ser y encuentre más odio hacia mi persona. Que no le quede nada guardado. Que me odie con las tripas. Con el corazón y con el alma. Que ese odio que tiene adentro aflore y se le haga carne.
Porque a mí me resulta indiferente ese odio. Es SU problema. Que lo sienta. Yo no me retorceré en ese odio. Eso lo dejo para quien necesite experimentarlo.

Y espero que quien no me conozca cabalmente o que mi presencia le resulte indiferente, aletargue una eventual inquietud que le pueda surgir hasta que se produzca el parto que me devuelva a la vida.

Y quien me quiera bien, que no me olvide. Que le tenga paciencia a este manojo de carne y alma que necesita renacer para retribuir aunque más no sea mínimamente todo ese amor recibido en la vida que acabo de abandonar.

Porque merezco dejarme amar.

Porque mis hijos merecen conocerme pleno.

Porque esta vida de mierda merece que le diga ¡Basta!

26 de noviembre de 2009

Cerrar los ojos

Cierro los ojos.

Inclino despacio mi cuerpo hacia adelante flexionando levemente las rodillas. Están algo endurecidas pero resisten la nueva posición sin problemas.

Junto ambas manos por sobre la cabeza.

Respiro hondo, me impulso, vuelo y espero que el agua se abra ante mi para poder sumergirme.

Voy hasta el fondo.

Me hago un ovillo casi fetal, giro levemente y apoyo las plantas de los pies en el cemento.

Vuelvo a impulsarme con fuerza, esta vez hacia arriba. Ya en la superficie me estiro bien horizontal y hago la plancha unos instantes mirando las chapas que hacen de cielo.

-Es una posición de estar entregado -me digo y roto sobre mi columna medio giro para comenzar un leve braceo.

Llego al borde, giro y recomienzo la cansina rutina de brazos y piernas.

Antes de llegar al otro extremo reparo en la paradoja de que ya sea haciendo la plancha o nadando sigo dentro de la misma pileta.

Abro los ojos. Despego mis manos de la nuca, miro el monitor de mi PC y, sin ganas, esbozo una sonrisa.

Tipeo.

16 de noviembre de 2009

Inmovilidad

No había caso, parecía la vida haberse ensañado con él. Lo había agarrado de un tobillo y apretaba cada vez más fuerte. Y más pugnaba por zafar, mas ceñido sentía el apretón y más real era la impresión de que se encaminaba inexorablemente hacia su cuello.

En vano habían sido todos y cada uno de los intentos de romper con esa inercia que tanto lo agobiaba y que parecía resistir a cualquier fuerza que se opusiera intentando detener esa carrera loca y desenfrenada hacia el fracaso total y la desesperación.

No bastaban los tres soles de su sistema planetario si había quedado como único planeta en órbita. La soledad y el desamparo que sentía cada mañana al cruzarse en el desayuno con ese otro planeta amor de su vida que se empeñaba en cambiar de órbita para que las intersecciones con la suya propia fueran cada vez menos se le hacían insoportables. Y la cena no era mejor. No lograba encontrar ninguna señal sobre algún remoto cambio de trayectoria que pudiera producir algún acercamiento que permitiera que las viejas fuerzas gravitacionales que los habían atraído volvieran a actuar.

Sabía que su fascinación por la ciencia, más que dotarlo de algún misterioso encanto hacía que ella , cada vez más, lo considerara un colgado irrecuperable.

¿Cuántas charlas vacías de consecuencias debían sumarse a las ya consumidas abarrotando promesas incumplidas e insultos sin sentido? ¿Cuándo iba a aceptar que todo intento de construir algo era irrelevante ante tamaño resentimiento acumulado en el corazón del amor de su vida? ¿Cuántas humillaciones tendría que soportar antes de morir ahogado por esas invisibles manos que la vida ponía en su cuello? ¿Serviría de algo rescatar del fondo del armario esa vieja pistola familiar y descargarse un balazo en la cabeza?

Cerró los ojos. De todas maneras su vista quedó clavada en algún punto del techo del baño que se negaba a borrarse de sus retinas, acorralado ante tanta oscuridad.

¿Alguien se daría cuenta de que resbaló y no podía mover más que sus párpados?

Tal vez no fuera como todos los días y alguien se dignara a levantarse sin esperar que apareciera en la planta alta reclamando porque se hacía tarde para el trabajo y los colegio privándose del placer de humillarlo un rato por su sonora intromisión.

De pronto no le importó.

Es que debía pensar cómo justificar que la caída había sido tan solo un accidente.

13 de noviembre de 2009

Mas vale tarde que nunca


Para reiniciar el camino bloggero dejado de transitar por un tiempo, mas nunca abandonado, el primer paso será saldar una deuda con la amiga Josefhine, que tan generosamente me cascoteó con un inmerecido cascotazo, que por más inmerecido uno lo sienta no deja de ser un masaje para el alma.

El tiempo trancurrido nos encuentra con amigos que han cerrado sus respectivos blogs y con otros que bien pueden sentirse abandonados, así que recurriré al viejo truco de dejar que cada quien tome el premio si lo acepta.

Saldada la deuda, proseguiremos con mayor o menor ritmo esta construcción de ranchos y recepción de cascotazos.

Nos estamos leyendo.

20 de octubre de 2009

27 años no es nada

Hacía 27 años que no entraba a Pucará, el club que durante mi adolescencia me vio defender sus colores rojo y azul, y de alguna manera fue como si el tiempo no hubiera pasado.

Claro está que sólo de alguna manera, porque de todas las otras restantes no cabía duda de que el período transcurrido había producido cambios de todo tipo; pero no en la estructura del gran chalet de tejas devenido en edificio principal del club, con bufet incluido, que aún conserva el inmenso hogar a leña ahora remozado con su repisa de madera donde descansan algunos trofeos. Ni en la galería que da a las canchas de rugby, con la N° 1 bien al frente como para ver los partidos algo lejos pero sentado a una mesa compartida en familia. Ni en las baldosas rojo cerámico tan desgastadas como cuando nos juntábamos ahí esperando que llegaran todos los integrantes del equipo para ir a cambiarnos y salir a jugar.

Si hasta me parecía ver llegar al Topo Bernatek, bien colorado él y negándose a hablar porque durante el verano le había cambiado la voz a un tono grave que seguramente hoy conserva. O al Vasco Saralegui, bien capitán y buen compañero de todos. O al Sajón, con su patada que se fue perfeccionando a base de práctica y confianza y que tan importante fuera para que pudiéramos salir campeones en aquel glorioso 1981. O a cualquiera de los otros veintitantos que de la mano del Corcho, el pájaro Bonfante y Kuky Lacarra dimos la vuelta en el club Monte Grande porque una dura refriega de la primera había hecho que la cancha estuviera suspendida un par de fechas.

Y a Kuky el azar lo cruzó en mi camino al baño. ¡Si estaba igualito! Tan canoso como yo y calzado en el nuevo modelo de camiseta, claro está, pero absolutamente reconocible y entrenando forwards como antaño.

Fue extraña la sensación. Acompañaba a mi hija menor que juega hockey en San Lorenzo [vaya casualidad de colores] y le tocaba enfrentar de visitante justamente a Pucará. Y yo no me sentía visitante. Estaba en casa. Pero no había nadie que me lo confirmara o con quien pudiera hablar largo y tendido sobre eso porque ya tampoco pisaban esos pastos o porque me resultó imposible reconocerlos. O que ellos me reconocieran a mí.

Y no importa que los modelos de camiseta y pantalón sean distintos, ni que todos los chicos vistan indumentarias del mismo color y no todo ese arco iris de rojos y rosados tan común en mis tiempos de jugador juvenil, ni que hubiera carteles con publicidad en las canchas, ni que la calle falucho ahora esté pavimentada y se hayan perdido las huellas en la tierra, ni que tantas miradas desconocidas me dieran la suficiente vergüenza como para no animarme a caminar en extenso por las canchas de tenis, el gimnasio o los rincones más alejados del campo donde se improvisaban asados y picados de fútbol; la pasión, mantenida a fuerza de leer diarios antes y páginas de internet ahora para saber como va el equipo, se me atragantaba en la garganta con locas ganas de subirme a la tribuna y gritar ¡Dale Rojooooo! Y cuanto cantito me tuviera que aprender para ponerme al día.

Será por todo esto que no me dolió tanto que el equipo de Pili perdiera. Y supongo que algo de todo esto que hoy escribo le debo haber transmitido a mi hija, porque no pareció importarle mucho a ella tampoco.

6 de octubre de 2009

Evitando el autoplagio

Por culpa de la amiga Bel! me encuentro retomando esto de presentar las propias elucubraciones en el mundo blog.

Pero como fui gentilmente convencido para que hiciera uso de su blog, estoy tomando carrera acá y me pareció que el postear duplicado era una falta de consideración para con tanta generosidad.

Así que por esta semana habrá unos cinco posteos en casa de Bel!. Ya vendrá el tiempo en que nos volvamos a encontrar por estos lares.

Nos estamos leyendo.

6 de julio de 2009

Encuentro

La noche era más oscura de lo habitual. Cerró los ojos, exhaló fuerte el aire por la boca dispuesto a reiniciar su respiración con un ritmo más pausado al tiempo que estiraba su mano derecha hacia el asiento del acompañante y dejaba que sus dedos sintieran el duro contorno bajo la franela en la que estaba envuelta.

- Es un buen lugar – se dijo como intentando convencerse que era lo correcto.

El remoto rebote metálico sobre un vidrio no lo sobresaltó hasta que se convirtió en un golpeteo cercano en su ventanilla.

Abrió los ojos lentamente más por desgano que por necesidad de acostumbrarlos a la tenue luz que el exterior le brindaba a través del parabrisas cuando lo vio, levemente inclinado, parado afuera escrutándolo detenidamente al tiempo que dejaba de golpear.

El sujeto vestía un riguroso traje bordó (¿o era rojo, muy rojo?), camisa roja, corbata más bordó que el traje. Su rostro era anguloso, bien afeitado, con una extraña y profunda mirada. Le llamó la atención el cabello no muy largo, pero lo suficientemente revuelto como para pensar que algo sostenía esas ondas elevadas donde los hombres de su edad suelen dejar que se formen las entradas indicadoras de una incipiente calvicie.

Bajó poco a poco la ventanilla y la fría brisa exterior le trajo la primera frase.

- No parece que sea tan tarde ¿no?

- Depende para qué – respondió entre sorprendido y molesto por la interrupción.

- Para hacer lo que sea que haya que hacer.

- ¿Y a este quién lo llamó? - Se preguntó, ahora sí, indignado.

¿Quién se creía que era este tipo así vestido? ¿Qué sabía que era que tenía que hacer? ¿Acaso pretendía que le contara que hacía tiempo lo estaba planeando? ¿Tendría algo que objetar acerca de que pensaba usar la vieja pistola calibre 22 que había heredado de su padre? ¿Qué interés tenía en saber que dejaría tres huérfanos y una viuda que no se merecía recibir la buena pensión que le iba a corresponder? ¿Qué carajo le importaba que se supiera un fracasado y que su voluntad hubiera sido quebrada hacía rato? ¿Por qué no había aparecido hacía cinco años cuando todavía era ambicioso y con gusto le hubiera vendido su alma? ¿Qué venía a buscar ahora? ¡Minga le iba a dar el alma! Era de él, y con ella iba a ser lo que se le cantaran las pelotas.

- No te rindas – le dijo incorporándose lentamente interrumpiendo su ya enervado soliloquio.

Cerró por una fracción de segundo los ojos pensando que al abrirlos lo vería caer encima de suyo, pero para su sorpresa, cuando los abrió estaba más solo de lo que recordaba estar cuando detuvo su auto.

- ¿No te rindas? – pensó. – ¡Eso va en contra de su negocio! ¿Quién mierda era?
Dejó que sus pulsaciones volvieran a ser las conocidas. Suspiró. Arrancó el auto y avanzó lentamente por la calle desierta.

1 de junio de 2009

30/05/2009 - Una crónica piojosa.

Segunda parte.
[viene de acá]

Pasaron canciones de la primera época: Labios de seda, Ando ganas, Manise, Esquina Libertad, Tan solo y el clásico aumento de aroma dulzón en el ambiente y Todo pasa. Llegó el turno de Luz de Marfil y el magnífico pogo generalizado con el agregado de nubes de vapor frente al escenario que no eran producto de ningún dispositivo artificial. En ese momento, como ya es clásico, Ciro deja el escenario para que Micky cante su Fijate y Tavo le pusiera su voz a Sudestada.

Como parecía un buen momento para bajar al campo, se lo propuse a mi acompañante que pensó lo mismo y así viví lo que sería una frutilla del postre, que fue pisar el campo del Monumental y ver las tribunas desde ahí abajo. Si bien lo único descubierto que había era la pista de atletismo, en un extremo se veía un pequeño espacio verde barroso que no dejó de ser pisado por quien suscribe brindándose uno de esos pequeños grandes placeres que no hacen a la felicidad pero suman.

Desde nuestra nueva ubicación vimos aparecer nuevamente a Ciro para hacer la habitual Fantasmas pero esta vez caracterizado él de la forma como suele verse en la pantalla del fondo. Utilizó un Rock and Roll clásico en ingles que ni de casualidad se como se llama que terminaba enganchado con zapatos de gamuza azul para desmaquillarse. Siguieron ShupShup, Difícil con el desconsolado llanto de Milagros allá por donde estuviera y Manjar.

Durante el clásico Pistolas aparecieron los niños piojosos, algunos nuevos, algunos más crecidos que antes, saludando a los músicos, presagiando que se venía Canción de cuna y el irremediable moqueo de este padre baboso que no sólo tenía la oportunidad de escucharlo en vivo por primera vez, sino que además lo hacía abrazado a uno de sus soles. La emoción de ese momento no impidió que viera que no era el único emocionado con un piojito con él en esa zona del campo y con un par de jovatos llorosos cruzamos alguna mirada cómplice de mutuo entendimiento y admiración.

El silencio absoluto en que quedó sumido el estadio permitió que un fan leyera un emotivo mail que enviara al enterarse de que la banda paraba por tiempo indeterminado y que Ciro presentó como ícono de tantos otros que se recibieran del mismo tenor.

Tanta emoción fue la antesala de la vuelta hacia las plateas donde nos que damos hasta el final escuchando Farolito, Verano del 92, Desde lejos no se ve, Cruel y Genius. La introducción de Ciro a Pacifico, diciendo que no era bueno para los discursos pero que la letra expresaba lo que él y la banda sentían en ese momento de despedida nos iba alertando de que este último ritual estaba terminando. El balneario de los doctores crotos fue la antesala de otro momento mágico, como si el cielo se hubiera puesto de acuerdo con las miles de almas en que era el momento justo para empezar a sentir nostalgia. No había terminado el primer acorde de Buenos días Palomar cuando volvió la lluvia para quedarse hasta el final del show. Finale trajo la lectura de trapos de Ciro y contrariando todo lo conocido, cuando terminó el tema no se encendieron las luces sino que vino la dedicatoria de Ruleta a Mario Pergolini que transmitía para la Rock and Pop al que siguieron totalmente fuera de programa El Viejo, de Pappo, Los mocosos y Muévelo, que de no haber sido porque disposiciones municipales así lo disponían no hubiera sido el último tema ni de casualidad.

Con las luces del estadio encendidas era fácil entender por qué el celular no permitía mandar ni el más mísero mensaje o hacer llamadas: tanta gente junta en tan poco espacio no podía hacer otra cosa que saturar cualquier intento de comunicación. Así y todo, el reencuentro con Mili y su amiga fue rápido y efectivo.

La adrenalina que nos dejara el show era mucha como para seguir comentando casi a los gritos las distintas vivencias que pasamos pero no por eso se dejaba de sentir ese cosquilleo de quien extraña a eso que tanto aprecia y estima.

¡La puta, que se los va a extrañar!

30/05/2009 - Una crónica piojosa.

Primera parte.

El sábado pasado me tocó vivir uno de esos momentos que el “Nano” Serrat tan bien definió como en los que la vida te besa en la boca. Claro está que por sí solo no alcanza a compensar todas las hijaputeces que suele hacerme más o menos habitualmente la tan mentada señora; pero valió la pena y la sensación sigue siendo maravillosa.

El solo hecho de compartir una salida con mis hijas ya es incalificablemente placentero y si a eso le sumamos condiciones climáticas adversas, acompañarlas en su primera experiencia de estar en un estadio de fútbol junto con otras 65.000 personas y que veríamos el último recital de una banda como Los Piojos la situación se torna prácticamente mágica.

Debo reconocer que no empezó fácil la salida. Si bien con Mili y Pilu, de quince y once años respectivamente más una amiga de la mayor nos retrasamos sólo 15 minutos respecto a las dos horas antes que pensábamos llegar al estadio, las vicisitudes de necesidad sanitarias a las que ya estoy acostumbrado a partir de una vida familiar abarrotada de mujeres, el sábado presencié la rotura de un nuevo récord de cola y espera de uso del sanitario femenino en el Mac Donald’s de la Avda. Libertador: 50 minutos por reloj.

La esperanza de que la lluvia hubiera cesado se desvaneció al volver a la calle y caminar bajo su manto por aproximadamente seiscientos metros para llegar al final de la cola de ingreso a las adyacencias del estadio, distancia recorrida en sentido inverso al ingreso por la calle Udaondo, claro está. La minuciosidad del cacheo aseguró que semejante fila desbordara los controles 5 minutos antes de las 22:00 hs. cuando evidentemente éstos fueron instruidos para que franquearan el paso porque el show arrancaba a las diez de la noche sí o sí. Digo evidentemente, porque cuando nos encontramos corriendo cual pasajero de tren retrasado en el andén, todavía nos faltaban dos cuadras para llegar al primer vallado, por lo que esta parte del relato queda en el marco de la teoría.

Nos habíamos organizado en parejas. Definiríamos un punto de encuentro para la salida y Mili y su amiga se perderían entre las huestes del campo acercándose al escenario y con Pilar disfrutaríamos del espectáculo desde algún lugar más placentero alternando entre las plateas bajas y el fondo del campo. El detalle que complica más allá de la mejor organización esta vez fue que, por la lluvia, las cuatro entradas las tenía en mi poder lo cual hizo que a la corrida inicial hubiera que agregarle la que nos depositó en las puertas del estadio cuando se escuchó la vos de Ciro que empezaba a cantar “Te diría”. Un iluminado de los que escasean pero aparecen justo a tiempo avisó que se podía acceder al campo por la entrada que daba a las plateas de la cabecera, así que hacia ahí nos dirigimos y entregué las entradas que no necesitaba y ví como se perdían las adolescentes más allá de las escaleras no sin que antes cantaran “piedra libre” marcándome la columna donde nos veríamos para salir.

Llegamos con Pili al pasillo que separa las plateas bajas y medias para cuando arrancaba “Babilonia”.

- Le erré por uno – le dije, pues yo había vaticinado que con ese tema darían comienzo al recital.

La mirada entre sagaz y comprensiva me hizo saber que podría haberme ahorrado el pensamiento y la frase, por lo que me dediqué a disfrutar de lo que siguió, más predispuesto a responder preguntas que a inducir a alguien de como vivir esa noche. De paso me percaté que la lluvia ya no era ni llovizna.

[sigue acá]

18 de mayo de 2009

Hasta siempre, Don Mario

Este blog sigue de luto unos días más. Qué le vamos a hacer, ya la mesa de truco está quedando chica allá arriba y en cualquier momento arman el torneo.

8 de mayo de 2009

09/05/2009

Hoy hace cinco años que cambiaste de barrio y te extraño un montón. Y ni te cuento lo que te extrañan tus nietas. Si bien no fueron muy asiduos los encuentros, sí fueron intensos y, en algún punto, no estoy haciendo tan mal eso de transmitir valores, principios y recuerdos como vos lo hacías conmigo.

Eras bastante parco para exteriorizar tus sentimientos más profundos -cuanto más fuertes, más difícil de te era sacarlos afuera- pero ese brillo en los ojos te delataba. No hace mucho la vieja me pasó una nota que escribiste cuando nació Milagros y mostraste la hilacha por completo.

Considero que no me quedaron asignaturas pendientes contigo a la hora de las palabras, los abrazos, los “te quiero”. Te di todos los que me salieron y pedí y recibí todos los que vinieron de vos.

A menudo me gustaría poder conversar con vos sobre lo que me pasa, escuchar tu punto de vista tan particular y tan ecuánime que me enseñaste a tener sobre las cosas y que tanta falta me hace rescatar en tiempos de revoltijos y oscuridad. Pero como me dijo hace un tiempo una monjita del Colegio de Pilar, en esos momentos escucho lo que me dirías si estuvieras del otro lado del teléfono o de la mesa.

En fin, expresar mi admiración por vos, agradecerte absolutamente todo lo que me diste o hiciste por mí no es para nada necesario porque sé que lo sabés. Pero tal vez no se lo haya hecho saber a mucha gente que hoy quiero que lo sepa y que no me cabe ninguna duda que si se hubieran cruzado con vos alguna vez por estos lares pensarían igual.

Estás en mi corazón y en el de tus nietas y nada ni nadie te va a sacar de ahí.

5 de mayo de 2009

"...si saben, mejor"

El profesor Eugenio Sarraiz Allier, todavía rector del CONABA nos dio la bienvenida.

- Buenos días, alumnos.

- Buenos días, Señor Rector.

Y ahí nomás comenzó con su discurso de inicio de clases. Sus palabras conteniendo todas las sentencias de rigor para esos casos se han borrado de mi memoria que evidentemente estaba prestando más atención a otros aspectos que mostraba el patio esa mañana los cuales sí recuerdo todavía.

La fila que me correspondía ya presagiaba lo que luego en el aula se confirmaría: la desproporción entre la cantidad de varones y mujeres ese primer año era absoluta: ellas se imponían cómodamente 25 a 8, lo que en cierto punto no dejaba de resultar interesante a la hora de pensar al grupo como una manada. Más aún si se tiene en cuenta que salvo irremediables excepciones las chicas más lindas le habían correspondido a ese “1ro. 1ra.” en el reparto. O al menos eso pensábamos los chicos.

- En el reparto salimos beneficiados –dijo Darío casi dándose vuelta, lo cual todavía se asumía como un riesgo de reto por parte del preceptor (preceptora, en nuestro caso).

-Así parece. –Contesté.

La aparición de Diana, nuestra preceptora a mi lado me paralizó lo justo y necesario como para volver a escuchar al rector justo cuando expresaba

- …por eso, el lema del Colegio Nacional de Banfield es “Formemos jóvenes buenos, si saben, mejor”

Entre el deslumbramiento por la sonrisa de Diana, la preceptora más joven y bonita del staff, y el ser muy “tiernito” -como decía mi viejo- no me permitió medir el alcance de semejante postulado.

Terminado el acto de inicio de clases nos dirigimos al aula que nos correspondía y, entre lento y demasiado respetuoso, terminé sentado en un banco de la segunda línea de una fila corta que ocupaba el espacio que generaba un bow window que daba al patio lateral de la casona y que para las diez de la mañana dejaba pasar a través de sus vitreaux el cálido sol de marzo.

Una de las horas de clases de ese día resultó libre, lo cual permitió que de una manera más caótica que organizada fuéramos conociendo las identidades de quienes estaban más o menos cerca en las ubicaciones.
Entonces, alguien dijo

- Ya que nos vamos conociendo pongámonos de acuerdo en algo. Nunca nos vamos a referir al otro por el apellido, vamos a llamarnos siempre por el nombre, Lo del apellido quedó para la primaria ¿Sí?.

Y así fue nomás. Aún hoy vale ese principio.

Y cómo me gustaría que hoy más colegios contaran con docentes como el profesor Allier que hicieran valer eso de las buenas personas por sobre los conocimientos que puedan adquirirse en una etapa como es la de la educación secundaria.

30 de abril de 2009

Comunicación epistolar

Ayer, el amigo Ariel publicó una encendida carta de Juan a su amada Victoria y dejó flotando la idea de quien quisiera escribiera una posible respuesta. Como no pude son mi genio, le envié un texto que no sólo le agradó sino que tuvo la generosa amabilidad de publicarlo hoy en su blog.

Como surgió la idea de publicar las cartas en ambos sitios dándole cada uno una introducción propia, transcribo ambas a continuación ante las eventuales perezas de los visitantes que quieran ahorrar clicks en los respectivos links.

Encontrarán entonces, a una Victoria que contesta como mujer real con quien su amante encontrara el éxtasis pero también como esa mujer anhelada desde lo inmaterial que significa alcanzar la gloria. Gloria y éxtasis, tan diferentes y tan iguales según quien los alcance.

Victoria:
Te escribo desde el tren. Un tren que yo amaba, con canciones recordándolo, y que ahora me parece el principio del exilio, al que me obligaste cuando cerraste tu ventana ante mi.
Se que hay muchas cosas que no puedo darte. Mis limitaciones vienen de siglos y de las sombras, cada vez mayores en mi alma.
Sombras que yo no puse, pero que dejé entrar irremediablemente, y ahora no tengo como expulsarlas, como exorcizar mi alma de mi propio espíritu derrotado.
Con el tiempo se que vas a comprender, que el no hacer nada fue hacer mucho, mucho más de lo que podía. Quizás pequé de ingenuo, quizás aún no aprendí mi verdadero valor, poco o mucho, pero el verdadero, el que yo sé que es real, y no el del grupo de aduladores que me suben a un pedestal para mantenerme lejos, atado a otra realidad. Pero no es de excusas de lo que quería hablarte... si a esto puede llamársele hablarte.
Cerraste tu ventana y mi entrada a tu mundo. Me dejaste fuera, retorciéndome los dedos de las manos en un ademán nervioso, respirando frío y viendo la tormenta acercarse, solo, sin refugio. Pensaste que eso era mejor a lo que tenía para darte. Y guardaste tus sonrisas para otra vez, tu música en el desván sin color de la soledad, y te llevaste tus dibujos donde no hay luz.
Y así me vi privado de todo, entendiéndote, suspirando con resignación, aclarándome la garganta para decir algo que no dije, y que no iba a cambiar nada de todas formas.
Quisiera alguna vez volver, que me dejes pasar nuevamente, tomar algo caliente luego del crudo invierno que me espera, y volver a hacerte reír. Se que es poco, quizás, pero tu risa siempre fue música para mi alma. La misma que descubrimos mutuamente el uno del otro, la misma que calló en el presagio de otoño al cerrarse tus ojos.

Juan


Juan:
Recibí tu carta y tus encendidas palabras hicieron que se me helara el alma. ¡Vaya paradoja ante tanta pasión de la tuya en carne viva!
Sabías, aún antes de que me fijara en tí, que me correspondía el rol de la dama esquiva de las novelas románticas del siglo XVIII y que ante la aparición de un caballerotal vez más joven, tal vez más apto, tal vez más apuesto, iba a cambiar la dirección de mi mirada si no me conquistabas día a día, hora a hora, segundo a segundo. Está en mi esencia y lo aceptaste desde el momento mismo en que iniciaste tu camino de seducción.
Sabías del riesgo que asumías cuando aceptaste al grupo de obsecuentes que necesitaban colocarte en ese frágil pedestal del que ellos mismos te bajarían a pedradas cuando ya no quedaran satisfechos sus ruines intereses contigo en ese lugar.
Cambiaste mi mirada, a veces dura, a veces tierna, por sus ensordecedores cantos de sirenas que impidieron que me oyeras cuando susurraba mis apasionadas palabras a tu oído.
Porque, quiero que lo sepas, yo te amé con locura. Me sedujeron tu impronta, tu garbo, tu forma de llamar mi atención y tu mirada febril de amante que llega al borde de la desesperación en el instante previo a que su amada le corresponda.
Y no te equivoques: hoy cerré mi ventana, pero el acceso a mi mundo sigue tan abierto como el primer día en que te fijaste en mí. Depende de tí, y tan sólo de tí, que yo cierre la ventana por la que ahora me dejo observar y vuelva a recibir los cálidos rayos de tu luz a través de la que te corresponde.
Y sólo en tu corazón se encuentra la llave que destraba este cerrojo, tan fuerte hoy y tan débil cuando es tu momento. Hurgando en él encontrarás las señales que dejé en tí para que supieras que mi risa y mi mirada siguen disponibles para tí para cuando te decidas a tomarlas nuevamente
Victoria

29 de abril de 2009

No estás solo, sabelo

Este post está dedicado a todo aquel que atraviese un momento en el cual necesite sentir que una voz amiga le dice algo como esto.



Aunque te abraces a la luna,
aunque te acuestes con el sol
no hay mas estrellas que las que dejes brillar,
tendra el cielo tu color
No estés solo en esta lluvia
no te entregues por favor.
Si debes ser fuerte en estos tiempos
para resistir la decepcion
y quedar abierto, mente y alma,
yo estoy con vos.
Si te hace falta quien te trate con amor
si no tenés a quien brindar tu corazon
si todo vuelve cuando mas lo precisas
nos veremos otra vez.
No estés sola en esta lluvia
no te entregues por favor.
Si debes ser fuerte en estos tiempos
para resistir la decepcion
y quedar abierta, mente y alma,
yo estoy con vos.
Si te hace falta quien te trate con amor
si no tenés a quien brindar tu corazon
si todo vuelve cuando mas lo precisas
nos veremos otra vez.

27 de abril de 2009

Toco y me voy


No sin antes agradecer el acto de generosidad extrema pergreñado por Clau, paso a cumplir la consigna que viene adosada a la gratificación recibida: Compartir el premio con ocho blogs y contar ocho de mis sueños. Allá vamos...

Empiezo con los blogs. Como toda selección de un número determinado de elementos de un conjunto que contiene un número mucho mayor de ellos la selección será arbitraria y totalmente sesgada por los estados del ánimo y de la memoria en el momento de hacerlo.

Hecha la aclaración, hecha la lista:

Uno de los primeros que leí y comenté: un maldito aparato que no arranca
La desnudez de un astro administrado por quien siempre tiene una palabra de aliento.
El de alguien que no anda perdonando por ahí, pero conmigo hace excepciones (si no lo hiciera le cortaría los víveres... je!)
Un lugar iluminado de alguien con quien no comparto su gusto futbolero pero me encanta lo que escribe
No tendrá nombre pero se la re banca
El carburador de una máquina que no sé por qué me hace añorar el tiempo en que tenía su edad
Una década más que interesante y un autor más interesante aún
El espejo de una madraza aunque parece ser que a veces anda medio colgada

Y lo más difícil, lo que de alguna manera puede desnudar el alma: los sueños. El orden no hace a la importancia ni nada que se le parezca, es como salen nomás

- Pasar una Navidad en Nueva York
- Conocer la Antártida
- Que mis hijas sean excelentes personas
- Que mi viejo me acompañara de una forma más terrenal y no desde el Cielo
- Que toda la droga del mundo desapareciera perdiéndosele en el orto a cada uno de los productores y los dealers de esta Tierra
- Nunca perder la memoria
- Recorrer Argentina
- Que quienes quiero no me olviden a pesar de todos los esfuerzos qeu yo haga para que lo logren.

En fin, voy a buscar un poco de ropa y a pensar algún otro post.

Saludos.

24 de abril de 2009

”Formemos jóvenes buenos …


La expectativa que generaba el primer día de clases del primer año en el Colegio Nacional de Banfield es, aún hoy, indescriptible.

Recuerdo que la mayoría de los nuevos compañeros y compañeras eran desconocidos excepto por algún par heredado de la Escuela primaria. A todos nos pasaba lo mismo y en algún punto era una experiencia excitante el intento de adivinar si aquella chica o chico que vimos al dar el examen de ingreso o al asistir a la asignación de divisiones iba a resultar una o uno de quienes formarían parte de ese grupo que se iniciaba prácticamente de la nada y que terminaría (claro que a esas alturas nadie lo imaginaba) siendo una amalgama de sentimientos, emociones, lealtades, defensas, e incondicionalidades indisolubles, en el cara a cara de cada día a día posterior al egreso y en el corazón con los años que siguieron.

El Colegio estaba ubicado a dos cuadras de la estación Banfield de la línea Roca de trenes, del lado Oeste de esa ciudad tal como la separan las vías del ferrocarril, las que no sólo habían logrado implantar esa denominación según los puntos cardinales, sino que sin duda eran responsables de que se construyera la antigua casona de estilo inglés para usufructo de algún empleado británico jerarquizado, que el tiempo y un par de educadores visionarios se habían encargado de convertir en sede del CONABA.

En ese momento la planta baja del edificio original albergaba 2 cursos: 1ro. 1ra y 5to. 2da.. Se accedía atravesando un recibidor que tenía una pesada puerta de madera con vitraux y rejas negras al frente y una doble puerta cancel con vidrios partidos biselados para acceder al hall principal, no sin antes atravesar un patio al frente que lo único que no venía con la casa era el mástil, a la derecha del acceso, y el cartel con el nombre del colegio en el techo a cuatro aguas que guarecía el portón de la vereda.

Definitivamente, el aula que correspondía a nuestro curso no era recomendable para personalidades paranoicas. Estaba armada en el viejo comedor del chalet, con sendas puertas de vidrios partidos que daban al hall principal. La más cercana a la calle estaba clausurada por una línea de pupitres y la más cercana al patio era el acceso a la división. Claro está, que ambas aberturas no tenían cortinas y toda persona que esperaba ser atendida en rectoría o en secretaría se distraía observando que hacían esos chicos tan modositos y nuevitos en el Colegio. Como si eso fuera poco, la arcada que daba continuación al extremo del comedor y le permitía culminar en un bow window al frente estaba cerrada por una placa de madera que hacía las veces de pared divisoria del aula con la Secretaría. Todo esto, pintado de negro y beige.

Madera y negro. Triste combinación para que cada golpe de tiza fuera registrado por algún administrativo y la diversión básica de todo adolescente en época escolar se viera interrumpida en un lapso de tiempo ínfimo.

Claro que de todo esto nos daríamos cuenta con el tiempo. Ese primer día, bien temprano, apenas tuvimos tiempo de ver la escalera de mármol, hierro y madera que completaba el hall, la puerta que separaría nuestra aula de la de quinto, la sala de profesores, la cocina-kiosko, el busto de Sarmiento sobre el amplio hogar de leña, la preceptoría y su estrecha escalera que tantas veces nos llevaría al altillo. Sólo veíamos el patio como objetivo con las aulas nuevas y el mástil principal, donde formamos por primera vez y nos dieron la bienvenida.

También ese primer día conoceríamos la frase rectora del CONABA, que aún hoy me sigue pareciendo maravillosa…



Foto: de Micaela Ganzo en el grupo Colegio Nacional de Banfield de Facebook

18 de febrero de 2009

Adolescencia en proceso

Vivir la adolescencia dentro del período de tiempo que duró el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” tuvo sus vicisitudes. Mucho tenía que ver de qué lado del campo de juego te había dejado la historia familiar y el entorno social en que se desarrollaba tu vida.

A mi familia le tocó quedar en el lugar en que quedó la mayoría de los argentinos de clase media sin allegados de confianza que tuvieran una militancia política comprometida de tal manera que los hiciera posibles objetivos del terrorismo de estado. Tampoco teníamos contacto con gente que tuviera familiares víctimas de atentados de la simplificadamente llamada “guerrilla” (término usado para meter a todos los objetivos de la represión dentro de una misma bolsa). O sea, se compraba la propaganda oficial profusamente difundida por los medios masivos de comunicación sin posibilidad de contrastar la realidad contada por los que de alguna u otra manera habían sufrido pérdidas del 70 en adelante.

Hago esta aclaración porque es indudable que no vivió de la misma manera su adolescencia quien tuviera algún familiar detenido-desaparecido que quien lo hubiera perdido en algún atentado ni quien, como la mayoría de mis amigos y yo, vivía un contexto familiar de desconocimiento general de los pormenores que vieron la luz con la vuelta a la Democracia.

De allí que para la mayoría de mis amigos y compañeros de colegio la caída del régimen militar y la vuelta a la Democracia en el 83 nos agarró con mas o menos 18 años y lo vivimos como quien sale de un cuarto en penumbras a un patio a la plena luz del sol. Quedamos cegados, anonadados, sorprendidos, perplejos, confundidos; con una necesidad de saber qué pasó, revisando por qué nunca nos enteramos de nada y peleando en nuestro interior para no hacer responsables a nuestros mayores de habernos mantenido en ese cuarto oscuro, casi tenebroso, del cual sentimos que salimos de golpe y mal preparados.

Sin entender, tal vez, que esa actitud/realidad de nuestros padres posiblemente hubiera sido su forma de preservarse del dolor que producía ser consciente de lo que se vivía por aquellos años y que sin lugar a dudas nos permitió estar vivos (y tenerlos vivos a ellos) para entender la historia y tratar de cambiarla para que no nos tocara en algún momento de nuestras vidas ser cómplices de tanta muerte, tanta mentira y tanto dolor.

Me tocó comprar que los argentinos éramos derechos y humanos cuando en realidad los que detentaban el poder (militares y civiles) eran ladrones, asesinos y torturadores ya sea por acción directa o por permitirlo y los argentinos, como sociedad, una manga de pelotudos.

Y en esa sociedad crecimos los que ahora tenemos hijos adolescentes. Menudo desafío por delante ¿no?

11 de febrero de 2009

Nuevo Colegio

Se presentía difícil 1978.

Y no hablo del Mundial de fútbol ni de Michel Platini hablando de lo que era un secreto a voces sobre que en Argentina había campos de concentración ni de que casi entramos en guerra con Chile por el diferendo limítrofe del Canal de Beagle.

Tenía menos conciencia social la sensación. Iba a cumplir 13 años, ya había pasado el examen de ingreso y tenía que empezar primer año en el Colegio Nacional de Banfield (CONABA para los que aprendimos a amarlo). Nuevos compañeros, 11 profesores, educación pública pero en una institución que intentaba mantener cierto criterio de excelencia, el mito de que “ahora sí había que estudiar en serio” y un vicerrector que sería mi padrino de Confirmación, por lo que tendría la responsabilidad extra de “no hacerlo quedar mal”.

El CONABA se había fundado hacía pocos años y funcionaba en una casona inglesa a la que se le habían agregado aulas en el patio trasero ampliando las instalaciones originales. Era un colegio dónde se encontraba bastante contención, identificaban al alumno más por el nombre que por el apellido y con una mística bastante especial que se basaba en la participación de los alumnos en obras de infraestructura que se requirieran y que heredaba las ganas de mantener el uso del uniforme tradicional del blazer azul y pantalón gris para los varones y el delantal blanco tableado para las mujeres como una manera de identificación. Como si eso fuera poco, el altillo de la casona se había acondicionado como un teatro y funcionaba un grupo vocacional (casualmente llamado “El Altillo”) donde se podía asistir a clases de teatro y a algún que otro taller de dirección y puesta en escena.

El primer día de clases ya sabía que mis compañeros de primaria que seguirían en este mismo colegio habían ido a parar a las otras 3 divisiones excepto 2 chicas, una de las cuales sería amiga por años y me generaría algún que otro problema años después. La otra me había tenido absolutamente enamorado durante 7mo. Grado, y por más que se lo expresara hasta el cansancio el rechazo había sido permanente.

La semana anterior al inicio de clases un ex-compañero me había avisado de la intención de esta chica de aceptar mi propuesta de “salir” (eufemismo de ponerse de novios en época de pubertad). Pero yo ya había decidido que iba a prestar atención a lo que me deparaba el destino a partir de tener nuevas compañeras de colegio a pesar de la pesada timidez que me tenía a mal traer a la hora de conocer personas.

10 de febrero de 2009

Evolución

"Cambia, todo cambia" dice la canción.

Y sin darme cuenta, la idea original del por qué este blog cambió. Y la imagen del rancho y los cascotazos me parece acorde a lo que intenta ser este lugar.

Cada post es una construcción. Y si se encadenan unos con otros, serán etapas de una construcción mayor.

Y hay posteos que son (y serán) cascotazos del tipo catártico.

Y los comentarios sin duda son como cascotazos. Algunos querrán demoler la construcción mientras que otros (prácticamente todos hasta ahora) ayudarán a probar su resistencia y hasta la reforzarán.

Entonces como no elegir el rancho como el elemento construído.

En fin, no me cerraba ya el nombre del blog y esta idea me gustó. Espero que lo que viene también sea del agrado de quienes pasen por acá y que se animen a sumar su pedacito de piedra al pedregullo del patio.

Gracias a los que vienen desde hace un tiempo y me acompañan. Bienvenidos los que lleguen y se sumen.

2 de febrero de 2009

Reiniciando el sistema

Y sí, acá estamos terminando de reiniciar el sistema operativo de este hardware que tanto necesitaba el reset vacacional.

Si bien es cierto que todavía se están instalando algunas actualizaciones imprescindibles para que el funcionamiento de este baqueteado software de aquí en más se vea optimizado, las funciones esenciales están operativas y permiten reconocer que ante la humana imposibilidad de actualizar el hardware salvo casos extremos, nos vemos obligados a mantener bien refrigerada la CPU con ese ventilador adicional que es el desenchufe absoluto de toda actividad habitual y/o permanente.

Y comparando este hardware de carne, hueso y no sé qué porcentaje de agua dicen las publicidades en boga (que debemos mantener en el mejor estado posible para que nos dure sin ningún upgrade) con las computadoras tan rápidamente obsoletas, no queda otra que desechar la teoría con la que creció mi generación a partir de HAL9000 primero y Skynet después (2001 Odisea del Espacio y Terminator respectivamente) acerca de que las computadoras prevalecerían por sobre el ser humano y empezar a darle crédito a la inquietud de la generación de mis hijas que empiezan desconfiar de la pasividad y la supuesta estupidez manifiesta de las palomas, las cuales, sin dudas, están tramando algo…