30 de noviembre de 2009

Hoy he decidido morirme.

Valga la aclaración, para todo aquel desprevenido que lea estas palabras, que no se trata de una epístola suicida ni nada parecido.

Es tan sólo eso, comunicar la decisión que tomé.

Decidí morir para instantáneamente declararme como concebido en un útero dónde mi casa serán las paredes y mis hijos la placenta y el cordón umbilical.

Y ruego, pido, suplico a aquel que me odia, escarbe en lo más recóndito de su ser y encuentre más odio hacia mi persona. Que no le quede nada guardado. Que me odie con las tripas. Con el corazón y con el alma. Que ese odio que tiene adentro aflore y se le haga carne.
Porque a mí me resulta indiferente ese odio. Es SU problema. Que lo sienta. Yo no me retorceré en ese odio. Eso lo dejo para quien necesite experimentarlo.

Y espero que quien no me conozca cabalmente o que mi presencia le resulte indiferente, aletargue una eventual inquietud que le pueda surgir hasta que se produzca el parto que me devuelva a la vida.

Y quien me quiera bien, que no me olvide. Que le tenga paciencia a este manojo de carne y alma que necesita renacer para retribuir aunque más no sea mínimamente todo ese amor recibido en la vida que acabo de abandonar.

Porque merezco dejarme amar.

Porque mis hijos merecen conocerme pleno.

Porque esta vida de mierda merece que le diga ¡Basta!

26 de noviembre de 2009

Cerrar los ojos

Cierro los ojos.

Inclino despacio mi cuerpo hacia adelante flexionando levemente las rodillas. Están algo endurecidas pero resisten la nueva posición sin problemas.

Junto ambas manos por sobre la cabeza.

Respiro hondo, me impulso, vuelo y espero que el agua se abra ante mi para poder sumergirme.

Voy hasta el fondo.

Me hago un ovillo casi fetal, giro levemente y apoyo las plantas de los pies en el cemento.

Vuelvo a impulsarme con fuerza, esta vez hacia arriba. Ya en la superficie me estiro bien horizontal y hago la plancha unos instantes mirando las chapas que hacen de cielo.

-Es una posición de estar entregado -me digo y roto sobre mi columna medio giro para comenzar un leve braceo.

Llego al borde, giro y recomienzo la cansina rutina de brazos y piernas.

Antes de llegar al otro extremo reparo en la paradoja de que ya sea haciendo la plancha o nadando sigo dentro de la misma pileta.

Abro los ojos. Despego mis manos de la nuca, miro el monitor de mi PC y, sin ganas, esbozo una sonrisa.

Tipeo.

16 de noviembre de 2009

Inmovilidad

No había caso, parecía la vida haberse ensañado con él. Lo había agarrado de un tobillo y apretaba cada vez más fuerte. Y más pugnaba por zafar, mas ceñido sentía el apretón y más real era la impresión de que se encaminaba inexorablemente hacia su cuello.

En vano habían sido todos y cada uno de los intentos de romper con esa inercia que tanto lo agobiaba y que parecía resistir a cualquier fuerza que se opusiera intentando detener esa carrera loca y desenfrenada hacia el fracaso total y la desesperación.

No bastaban los tres soles de su sistema planetario si había quedado como único planeta en órbita. La soledad y el desamparo que sentía cada mañana al cruzarse en el desayuno con ese otro planeta amor de su vida que se empeñaba en cambiar de órbita para que las intersecciones con la suya propia fueran cada vez menos se le hacían insoportables. Y la cena no era mejor. No lograba encontrar ninguna señal sobre algún remoto cambio de trayectoria que pudiera producir algún acercamiento que permitiera que las viejas fuerzas gravitacionales que los habían atraído volvieran a actuar.

Sabía que su fascinación por la ciencia, más que dotarlo de algún misterioso encanto hacía que ella , cada vez más, lo considerara un colgado irrecuperable.

¿Cuántas charlas vacías de consecuencias debían sumarse a las ya consumidas abarrotando promesas incumplidas e insultos sin sentido? ¿Cuándo iba a aceptar que todo intento de construir algo era irrelevante ante tamaño resentimiento acumulado en el corazón del amor de su vida? ¿Cuántas humillaciones tendría que soportar antes de morir ahogado por esas invisibles manos que la vida ponía en su cuello? ¿Serviría de algo rescatar del fondo del armario esa vieja pistola familiar y descargarse un balazo en la cabeza?

Cerró los ojos. De todas maneras su vista quedó clavada en algún punto del techo del baño que se negaba a borrarse de sus retinas, acorralado ante tanta oscuridad.

¿Alguien se daría cuenta de que resbaló y no podía mover más que sus párpados?

Tal vez no fuera como todos los días y alguien se dignara a levantarse sin esperar que apareciera en la planta alta reclamando porque se hacía tarde para el trabajo y los colegio privándose del placer de humillarlo un rato por su sonora intromisión.

De pronto no le importó.

Es que debía pensar cómo justificar que la caída había sido tan solo un accidente.

13 de noviembre de 2009

Mas vale tarde que nunca


Para reiniciar el camino bloggero dejado de transitar por un tiempo, mas nunca abandonado, el primer paso será saldar una deuda con la amiga Josefhine, que tan generosamente me cascoteó con un inmerecido cascotazo, que por más inmerecido uno lo sienta no deja de ser un masaje para el alma.

El tiempo trancurrido nos encuentra con amigos que han cerrado sus respectivos blogs y con otros que bien pueden sentirse abandonados, así que recurriré al viejo truco de dejar que cada quien tome el premio si lo acepta.

Saldada la deuda, proseguiremos con mayor o menor ritmo esta construcción de ranchos y recepción de cascotazos.

Nos estamos leyendo.