Vivir la adolescencia dentro del período de tiempo que duró el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” tuvo sus vicisitudes. Mucho tenía que ver de qué lado del campo de juego te había dejado la historia familiar y el entorno social en que se desarrollaba tu vida.
A mi familia le tocó quedar en el lugar en que quedó la mayoría de los argentinos de clase media sin allegados de confianza que tuvieran una militancia política comprometida de tal manera que los hiciera posibles objetivos del terrorismo de estado. Tampoco teníamos contacto con gente que tuviera familiares víctimas de atentados de la simplificadamente llamada “guerrilla” (término usado para meter a todos los objetivos de la represión dentro de una misma bolsa). O sea, se compraba la propaganda oficial profusamente difundida por los medios masivos de comunicación sin posibilidad de contrastar la realidad contada por los que de alguna u otra manera habían sufrido pérdidas del 70 en adelante.
Hago esta aclaración porque es indudable que no vivió de la misma manera su adolescencia quien tuviera algún familiar detenido-desaparecido que quien lo hubiera perdido en algún atentado ni quien, como la mayoría de mis amigos y yo, vivía un contexto familiar de desconocimiento general de los pormenores que vieron la luz con la vuelta a la Democracia.
De allí que para la mayoría de mis amigos y compañeros de colegio la caída del régimen militar y la vuelta a la Democracia en el 83 nos agarró con mas o menos 18 años y lo vivimos como quien sale de un cuarto en penumbras a un patio a la plena luz del sol. Quedamos cegados, anonadados, sorprendidos, perplejos, confundidos; con una necesidad de saber qué pasó, revisando por qué nunca nos enteramos de nada y peleando en nuestro interior para no hacer responsables a nuestros mayores de habernos mantenido en ese cuarto oscuro, casi tenebroso, del cual sentimos que salimos de golpe y mal preparados.
Sin entender, tal vez, que esa actitud/realidad de nuestros padres posiblemente hubiera sido su forma de preservarse del dolor que producía ser consciente de lo que se vivía por aquellos años y que sin lugar a dudas nos permitió estar vivos (y tenerlos vivos a ellos) para entender la historia y tratar de cambiarla para que no nos tocara en algún momento de nuestras vidas ser cómplices de tanta muerte, tanta mentira y tanto dolor.
Me tocó comprar que los argentinos éramos derechos y humanos cuando en realidad los que detentaban el poder (militares y civiles) eran ladrones, asesinos y torturadores ya sea por acción directa o por permitirlo y los argentinos, como sociedad, una manga de pelotudos.
Y en esa sociedad crecimos los que ahora tenemos hijos adolescentes. Menudo desafío por delante ¿no?
Regreso con lluvia
Hace 7 años.