24 de abril de 2009

”Formemos jóvenes buenos …


La expectativa que generaba el primer día de clases del primer año en el Colegio Nacional de Banfield es, aún hoy, indescriptible.

Recuerdo que la mayoría de los nuevos compañeros y compañeras eran desconocidos excepto por algún par heredado de la Escuela primaria. A todos nos pasaba lo mismo y en algún punto era una experiencia excitante el intento de adivinar si aquella chica o chico que vimos al dar el examen de ingreso o al asistir a la asignación de divisiones iba a resultar una o uno de quienes formarían parte de ese grupo que se iniciaba prácticamente de la nada y que terminaría (claro que a esas alturas nadie lo imaginaba) siendo una amalgama de sentimientos, emociones, lealtades, defensas, e incondicionalidades indisolubles, en el cara a cara de cada día a día posterior al egreso y en el corazón con los años que siguieron.

El Colegio estaba ubicado a dos cuadras de la estación Banfield de la línea Roca de trenes, del lado Oeste de esa ciudad tal como la separan las vías del ferrocarril, las que no sólo habían logrado implantar esa denominación según los puntos cardinales, sino que sin duda eran responsables de que se construyera la antigua casona de estilo inglés para usufructo de algún empleado británico jerarquizado, que el tiempo y un par de educadores visionarios se habían encargado de convertir en sede del CONABA.

En ese momento la planta baja del edificio original albergaba 2 cursos: 1ro. 1ra y 5to. 2da.. Se accedía atravesando un recibidor que tenía una pesada puerta de madera con vitraux y rejas negras al frente y una doble puerta cancel con vidrios partidos biselados para acceder al hall principal, no sin antes atravesar un patio al frente que lo único que no venía con la casa era el mástil, a la derecha del acceso, y el cartel con el nombre del colegio en el techo a cuatro aguas que guarecía el portón de la vereda.

Definitivamente, el aula que correspondía a nuestro curso no era recomendable para personalidades paranoicas. Estaba armada en el viejo comedor del chalet, con sendas puertas de vidrios partidos que daban al hall principal. La más cercana a la calle estaba clausurada por una línea de pupitres y la más cercana al patio era el acceso a la división. Claro está, que ambas aberturas no tenían cortinas y toda persona que esperaba ser atendida en rectoría o en secretaría se distraía observando que hacían esos chicos tan modositos y nuevitos en el Colegio. Como si eso fuera poco, la arcada que daba continuación al extremo del comedor y le permitía culminar en un bow window al frente estaba cerrada por una placa de madera que hacía las veces de pared divisoria del aula con la Secretaría. Todo esto, pintado de negro y beige.

Madera y negro. Triste combinación para que cada golpe de tiza fuera registrado por algún administrativo y la diversión básica de todo adolescente en época escolar se viera interrumpida en un lapso de tiempo ínfimo.

Claro que de todo esto nos daríamos cuenta con el tiempo. Ese primer día, bien temprano, apenas tuvimos tiempo de ver la escalera de mármol, hierro y madera que completaba el hall, la puerta que separaría nuestra aula de la de quinto, la sala de profesores, la cocina-kiosko, el busto de Sarmiento sobre el amplio hogar de leña, la preceptoría y su estrecha escalera que tantas veces nos llevaría al altillo. Sólo veíamos el patio como objetivo con las aulas nuevas y el mástil principal, donde formamos por primera vez y nos dieron la bienvenida.

También ese primer día conoceríamos la frase rectora del CONABA, que aún hoy me sigue pareciendo maravillosa…



Foto: de Micaela Ganzo en el grupo Colegio Nacional de Banfield de Facebook

10 comentarios:

natxus dijo...

Hace tiempo que m debía algo así. Ya habrá tiempo para satisfacer las ganasde ficcionar.

Abrazos

bel! dijo...

Que bueno que volviste!
Porque volviste, no? Es para quedarte?


Es lindo tu relato, y yo recuerdo a mi colegio así, pero más modernoso y "sin tanta hitoria" es la lástima!

Abraxo!! :)

natxus dijo...

bel: En realidad, nunca me fui. Tan solo no me dejaba ver.... creo.

Y sí, mi colegio tenía un no sé qué lo hacía especial, sin dudas.

Figo dijo...

tanto tiempo sin leerlo hombre!!!

uff que sentimientos encontrados los de primer año, me pasaba parecido solo que yo me cambie de colegio y agarre a muchos que ya estaban en ese y a muchos que se habian cambiado de otro colegio pero que iban en grupo...

era mas comunardo el colegio mio eso si

Tefilina dijo...

Tanto tiempo!!!
Cuando empecé el secundario me sentía extraña porque el colegio tenía una frialdad monumental de hospital (por los colores, las paredes, eso). El del primario tampoco era la calidez total, sinó que era lúgubre... pero no estaba pintado de amarillo, al menos.

Cerdos y Cerdas dijo...

Volviste...
el chiquero celebra tu regreso.

Cuántos recuerdo que me trae la secundaria

Saludos

Eric dijo...

Como un viaje en el tiempo. Casi me sentía ahí.
De mi primer día del secundario, sólo recuerdo que el edificio me parecía enorme, como el castillo de Drácula.

natxus dijo...

figo: definitivamente prefiero el inicio de cero para todo el mundo. Hay más sensación de igualdad.

ava: justamente esa calidez que se transmitía ya desde el edificio es lo que hacía especial a este colegio.

cerdiño: gracias. esperamos permanecer

eric: sin lugar a dudas qeu se trata de un viaje en el tiempo por donde se lo mire

LGS dijo...

Que bueno leerlo de nuevo... me hiciste acordar a mi primer día de secundario, aparentando ser hombres, siendo nenes todavia... Por supuesto que de mi colegio secundario tengo los mejores recuerdos y, si tengo suerte, mi hija irá al mismo. El Instituto Zona Parque eral el colegio del barrio. Vos te veias con los demas en la escuela y luego te veias en todos lados, jeje.
Qué Épocas!

Saludos! Un gusto leerte de nuevo...

Improbable dijo...

Fui al CONABA entre el 88 y el 92. No me acuerdo si el primer día hubo discurso de bienvenida, me acuerdo sí de la primera clase con Mabel Flores que me hizo quedar como un olfa-buchonaso-traga porque sabía que el 'mare nostrum' era el mediterráneo y conocía más o menos como funcionaba el método del C-14 para datación. Mi primer día, gordito y de lentes, puesto de ejemplo ante el resto del curso ("claro, para él (yo) es tan naturaaaaaal que el mare nostrum sea meditárreno que se rie de la ignorancia de todos ustedes", dijo Mabel Flores con su modo tan de almodovar), entré por la puerta grande. Me costó un huevo remontar esas putas primeras horas del puto primer día.

Era un gran colegio, en definitiva. Vi su derrumbe ante el huracán menemista.