Hoy he decidido morirme.
Valga la aclaración, para todo aquel desprevenido que lea estas palabras, que no se trata de una epístola suicida ni nada parecido.
Es tan sólo eso, comunicar la decisión que tomé.
Decidí morir para instantáneamente declararme como concebido en un útero dónde mi casa serán las paredes y mis hijos la placenta y el cordón umbilical.
Y ruego, pido, suplico a aquel que me odia, escarbe en lo más recóndito de su ser y encuentre más odio hacia mi persona. Que no le quede nada guardado. Que me odie con las tripas. Con el corazón y con el alma. Que ese odio que tiene adentro aflore y se le haga carne.
Porque a mí me resulta indiferente ese odio. Es SU problema. Que lo sienta. Yo no me retorceré en ese odio. Eso lo dejo para quien necesite experimentarlo.
Y espero que quien no me conozca cabalmente o que mi presencia le resulte indiferente, aletargue una eventual inquietud que le pueda surgir hasta que se produzca el parto que me devuelva a la vida.
Y quien me quiera bien, que no me olvide. Que le tenga paciencia a este manojo de carne y alma que necesita renacer para retribuir aunque más no sea mínimamente todo ese amor recibido en la vida que acabo de abandonar.
Porque merezco dejarme amar.
Porque mis hijos merecen conocerme pleno.
Porque esta vida de mierda merece que le diga ¡Basta!
Regreso con lluvia
Hace 7 años.