16 de noviembre de 2009

Inmovilidad

No había caso, parecía la vida haberse ensañado con él. Lo había agarrado de un tobillo y apretaba cada vez más fuerte. Y más pugnaba por zafar, mas ceñido sentía el apretón y más real era la impresión de que se encaminaba inexorablemente hacia su cuello.

En vano habían sido todos y cada uno de los intentos de romper con esa inercia que tanto lo agobiaba y que parecía resistir a cualquier fuerza que se opusiera intentando detener esa carrera loca y desenfrenada hacia el fracaso total y la desesperación.

No bastaban los tres soles de su sistema planetario si había quedado como único planeta en órbita. La soledad y el desamparo que sentía cada mañana al cruzarse en el desayuno con ese otro planeta amor de su vida que se empeñaba en cambiar de órbita para que las intersecciones con la suya propia fueran cada vez menos se le hacían insoportables. Y la cena no era mejor. No lograba encontrar ninguna señal sobre algún remoto cambio de trayectoria que pudiera producir algún acercamiento que permitiera que las viejas fuerzas gravitacionales que los habían atraído volvieran a actuar.

Sabía que su fascinación por la ciencia, más que dotarlo de algún misterioso encanto hacía que ella , cada vez más, lo considerara un colgado irrecuperable.

¿Cuántas charlas vacías de consecuencias debían sumarse a las ya consumidas abarrotando promesas incumplidas e insultos sin sentido? ¿Cuándo iba a aceptar que todo intento de construir algo era irrelevante ante tamaño resentimiento acumulado en el corazón del amor de su vida? ¿Cuántas humillaciones tendría que soportar antes de morir ahogado por esas invisibles manos que la vida ponía en su cuello? ¿Serviría de algo rescatar del fondo del armario esa vieja pistola familiar y descargarse un balazo en la cabeza?

Cerró los ojos. De todas maneras su vista quedó clavada en algún punto del techo del baño que se negaba a borrarse de sus retinas, acorralado ante tanta oscuridad.

¿Alguien se daría cuenta de que resbaló y no podía mover más que sus párpados?

Tal vez no fuera como todos los días y alguien se dignara a levantarse sin esperar que apareciera en la planta alta reclamando porque se hacía tarde para el trabajo y los colegio privándose del placer de humillarlo un rato por su sonora intromisión.

De pronto no le importó.

Es que debía pensar cómo justificar que la caída había sido tan solo un accidente.

4 comentarios:

Café (con tostadas) dijo...

ay, querido!!!!

yo meta rumba, mambo y chachachá y vos me salís con esto?!??!?!

se me atragantó el mate, carajo! Te diría 'lindo texto!' pero bueno, no, dejémoslo en 'altamente impresionante'! ;)

Te paso un mate, a ver si dejo de toser!

Paula dijo...

Qué bueno!!!!
Profundo, lleno de dobles significados al menos para mí.
Mi parte romántica se quedó enganchada con esta frase: "ese otro planeta amor de su vida que se empeñaba en cambiar de órbita..."

Me encantó!!!
Un beso grande!!!!

natxus dijo...

Café: No era la intención, te lo aseguro. Sigamos con los matienzos, mejor.

Paula: Veo qeu captaste esa parte de la idea de la variedad de mensajes. y sí, los hombres tamben podemos tener algo de romanticismo y no ser sol ouna cara bonita, Je!!!

Gracais a ambas por dejar su huella

Clau dijo...

Me gustó mucho, mucho, mucho!!!
Gracias por pasar por mi rancho :) y por tu comentario
Besos.